enero 12, 2009

Por el derecho a decidir

Me he enterado hace poco de la existencia de un grupo no pequeño de mujeres que llamándose católicas dicen estar de acuerdo con la despenalización total del aborto; haciendo gala de su talante progresista libre de las ataduras de la jerarquía eclesiástica se hacen llamar "Católicas por el derecho a decidir". Lo simpático del nombre logró en mí que la hilaridad venciera a la indignación, rápidamente se me ocurrieron imágenes tan dispares como las de un rabino nazi, un hippie punk o el "Che" Guevara de Feltrinelli con el sombrero del tío Sam.

Los kantianos tal vez saldrán de su guarida y pondrán el pecho con aquello de razón pública y razón privada (en mi pueblo no somos tan finos, simplemente le llamamos hipocresía) pero es más que incoherencia querer permanecer dentro de una institución cuando se tiene un ideario radicalmente distinto, querer identificarse como miembro y hacer subrepticiamente la oposición; sería mucho más valeroso renunciar y fundar una nueva organización, una secta, una asociación, un blog (que ahora están de moda) sin manchar el nombre de aquellos que en otro momento me acompañaron.

Católico y asesinato son palabras que juntas me suenan como la cuadratura del círculo, por más que uno intente insertar la una en la otra no se puede; por eso quien defienda la muerte debería renunciar a toda convicción que le impida hacerlo, incluso, aquellos rediduos de fe cristiana que todavía conserva.

Vive y opina

En un reciente debate jurídico al respecto de la despenalización total del aborto en Colombia, la abogada defensora usó un argumento ya bastante trillado por los grupos antivida. La doctora, le preguntó al primer testigo del fiscal, hombre, si podía quedar embarazado a lo cual el testigo respondió a regañadientes que no.

Más allá de lo absurda que resulta la pregunta, lo que más me impactó fue que dicha respuesta fue el caballito de guerra usado por la defensora para afirmar que los argumentos de un hombre en defensa de la vida quedan sin peso ya que carecen de la vivencia personal, en otras palabras, serían injustos porque no se está en el lugar de aquella mujer que "padece" una situación de embarazo; a primera vista podemos caer en la red que pensamiento tan falaz ha tejido, pero si nos detenemos un momento nos damos cuenta de que no es ni lógico ni racional, como muchas ideas de la modernidad relativista y librepensadora en la cual vivimos. ¿Significa entonces que podré yo protestar contra el secuestro solo cuando haya sido víctima de tan horrendo crimen?¿Sería injusto que exija un castigo para quienes privan a otro de la vida por el hecho de que no soy yo la víctima?

Ortega y Gasset en la lección VIII de su libro "¿Qué es filosofía?" afirma que el subjetivismo permite la entrada del "yo" en sí mismo, en lo más íntimo de su realidad pero al mismo tiempo lo hace prisionero de esa intimidad impidiéndole el conocimiento del universo que lo rodea, el hombre queda incapacitado para aquella "adecuación del intelecto con la realidad" a la que aludían los antiguos y los medievales. Vivimos en una sociedad de "prisioneros" que se jactan de su supuesta libertad, de no manejar prejuicios, y dicen bien, no hay espacio para prejucio alguno cuando ya todo ha sido ocupado por el subjetivismo.